Desayuno con Darwin

--

Esta mañana he ido a prepararme un café. Al servir la leche, me ha olido rara, probablemente estropeada por el calor. La he tirado, pensando: “Si me la bebo me sentará mal, porque apesta”. De inmediato un Charles Darwin incorpóreo me ha corregido: “No es que te vaya a hacer daño porque huela mal. Es al revés: te huele mal porque te va a hacer daño”.

Y con esto se ha desvanecido en la canícula madrileña.

--

--