Una mesa en París: el diseño y los problemas endiablados

Felipe Heredia de Haro
4 min readOct 19, 2020

La magnífica serie documental “La guerra de Vietnam”, de Ken Burns, ofrece un inesperado ejemplo de problema aparentemente de diseño que está tan entremezclado con factores externos, complejos y contrapuestos, que deviene en un embrollo diabólico, uno de esos “wicked problems” que los profesionales del diseño aspiran a deshacer. Me propongo dar cuenta de aquel episodio por si, desde ese punto de vista, pudiéramos encontrar alguna enseñanza.

Fuente: Dealing With Complexity and Wicked Problem Using Design Thinking

Atención: no hablamos de diseño de estrategia, ni diseño de procesos, ni nada de tan altos vuelos, sino del modesto diseño de toda la vida, diseño de objetos, de muebles: concretamente, una mesa. Aunque, quizá, después de todo sí estemos hablando de otras cosas; quizá, igual que para algunos una pipa no es una pipa, una mesa puede no ser solo una mesa, y una mundana cuestión de mobiliario puede encubrir, enquistar o despejar un bloqueo geopolítico de implicaciones planetarias.

Nos situamos. En 1968, la guerra de Vietnam había llegado a un punto muerto. Tras la -militarmente- fallida ofensiva del Tet, el gobierno comunista de Vietnam del Norte había constatado que difícilmente se iba a poder imponer en una operación a gran escala. En el otro lado, los líderes de Estados Unidos hacía tiempo que habían abandonado la esperanza de una victoria militar rápida e indolora: el coste de bajas era cada vez más difícil de asumir para su opinión pública. Así las cosas, las partes se avinieron a negociar.

Fuente: dominio público

Tras muchos dimes y diretes, se acabó fijando el lugar del encuentro en París. El siguiente problema era quién asistiría. Hablar supone reconocer al interlocutor y de alguna manera validarlo. Pero el enemigo de Estados Unidos no era solo Vietnam del Norte, sino también su aliado, el Frente Nacional de Liberación (FNL), despectivamente llamado Vietcong por los americanos: el gobierno de Hanoi exigía su presencia. Por otra parte, para la diplomacia estadounidense era esencial mostrar que ellos, al contrario que los franceses en Indochina, no actuaban como una potencia colonial, y simplemente estaban ayudando a un país amigo en su legítima lucha contra el comunismo. Para sustentar ese punto de vista era imprescindible que el gobierno de Saigón hiciera acto de presencia. En suma: ni Washington ni Hanoi podían aceptar que su oponente llevara a las negociaciones a un “invitado” más que el otro, así que todos tuvieron que aceptar que fueran cuatro las partes asistentes, incluso a pesar de que no se reconocían entre ellas.

Y llegamos así al problema de diseño. A la hora de sentarse a hablar, el hecho de que haya cuatro partes sugiere de inmediato una mesa de reuniones cuadrada, con cada lado de la misma longitud y capacidad que los otros. Pero EEUU veía inadmisible que su representación tuviera la misma preponderancia -un diseñador gráfico diría “peso visual”- que la insurgencia Vietcong. Y Hanoi no aceptaba que se reservara al que consideraban gobierno títere de Saigón el mismo espacio que a ellos, el “auténtico” Vietnam. Una mesa triangular, con un lado ocupado por Hanoi y el FNL, y los otros dos por EEUU y Vietnam del Sur, demostró ser una alternativa inviable. Tampoco prosperó la idea norvietnamita de utilizar cuatro mesas separadas colocadas en círculo o en diamante. Washington propuso usar uno o dos tableros rectangulares enfrentados donde se dispusiera cada uno de los dos bandos. No salió adelante. Se debatieron ventajas e inconvenientes de una mesa ovalada o dos mesas semicirculares. El matemático y diseñador danés Piet Hein propuso una forma elíptica basada en la proporción áurea, donde, según él, los dos actores principales tendrían un lugar protagónico dando a las otras partes un digno papel de aliados según la fórmula x2.5+[y/a]2.5=1, siendo a=[.5][√5–1]. Que se sepa, la sugerencia de Hein no fue tenida en consideración por ninguno de los servicios diplomáticos.

La “batalla de las mesas”, problema endiablado donde los haya, se prolongó hasta 1969. Mientras tanto, la guerra seguía su curso y las bajas aumentaban. Era evidente que alguien estaba ganando tiempo.

Finalmente, el nudo gordiano fue deshecho. Los soviéticos, hartos de la (aparente) discusión sobre el mobiliario, presionaron a Vietnam del Norte para que aceptara una mesa redonda en la que todos los participantes tendrían el mismo espacio y donde no constarían banderas, distintivos ni separaciones.

La lección para los diseñadores que trabajan en entornos corporativos es clara, si bien, quizá, un tanto difícil de aceptar. La elegante y asumible forma redonda era “la” respuesta, pero no desbloqueó el enredo hasta que alguien suficientemente poderoso la impuso. Quien tenga oídos, que escuche.

Sería bonito decir que con esto la cosa vino, nunca mejor dicho, rodada. Pero no fue así. Más que el final del conflicto, 1968 y 1969 marcaron el cambio de tendencia que conduciría, años después y tras enormes sufrimientos, a la victoria completa del Norte y el FNL, la rendición incondicional del Sur y la retirada del país del ejército más poderoso del mundo. Pero esa historia la puedes encontrar mejor contada en muchos otros sitios… por ejemplo, el documental de Ken Burns.

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